viernes, 4 de junio de 2010

Anoche soñé con el fin del mundo

Fue tan vívido, tan dramático y tan emocionante al mismo tiempo que sólamente pudo haber sido un sueño concebido por mi mente. :)

Desde el preámbulo cuando junto con un grupo indeterminado de personas, con apremio estabamos siendo transportados en una especie de tren rápido al punto justo donde al parecer había sido acordado que esperaríamos el madr*azo, sorry, pero aun tengo algunos detalles atorados en mi mente y en este momento los regionalismos sencillamente me es imposible obviarlos. Pues así entonces, ibamos siendo transportados este grupo de personas indeterminadas y yo en un vehículo super rápido que dibujaba una trayectoria espectacular a lo largo de la orilla de quién sabe qué océano, y qué digo espectacular, las vistas de dicho viaje eran sencillamente para dejar a cualquiera sin aliento, pues no sólo se disfrutaba lo que hubiera sido un viaje normal a esa altura de la costa y a esa velocidad, sino que debido al cataclismo que en todo momento en mi sueño quedaba implícito, las olas eran sencillamente de otro mundo: gigantestas, bañándonos y envolviéndonos por completo en este tren que quién sabe por qué, era descapotable, y bueno, después de todo no se trataba más que de un sueño, ¿no? el caso es que todavía puedo medio saborear un poco el gusto salado de las olas gigantescas que una y otra vez nos embatían y engolfaban y diablos, igualmente recordar los cuerpos retorciéndose de las personas que en ellas eran revolcados sin piedad junto a los restos de casas y árboles y escombros varios de los que obviamente, no habían logrado ser transportados a observar el fin del mundo en vivo, en directo, y en pantalla ancha como los que en el tren con tanta excitación nos dirigíamos.

Siguiente escena, todos corriendo escoltados por personal de obvia apariencia oficial o gubernamental, y rápida y eficientemente, albergados en sendas salas/habitaciones que obviamente, para dicho propósito habían sido destinadas. Corte rápido a la siguiente escena, y todos medio recostados abrazados unos con otros, esperando con el corazón galopante el magnífico estallido, o bombazo, o quién sabe qué cara*jos, pero de que no iba a tener madre, a nadie le quedaba duda alguna. Viene sin embargo la escena más relevante, y es que el personal de apariencia oficial que nos había llevado hasta ahí, con gran diligencia instaban a las personas a rezar, e incluso de entre el grupo inmediato a mi, jalaban a las personas que lo desearan a otra habitación, donde al parecer, era donde estaban de acuerdo que sería más apropiado o "eficiente" hacerlo. Justo entonces, de entre el grupo indeterminado de mis acompañantes a ser pulverizados, se desprende la figura de mi hijo, de mi querido hijo de casi seis años, a quien hasta ese momento no lo había visto ni recordado en todo el sueño, y quien más derrotado -obvio- emocionalmente que yo y que otros que aunque excitados, con cierta serenidad aguantabamos el formidable y súbito final, era instado por las personas del gobierno a que rezara e incluso, que los acompañara a donde sea que estaban jalando de último momento a algunos. Y nos abrazabamos, y lloraba él, y yo le decía que lo quería, que lo adoraba, que era mi special little guy, y lo abrazaba de nuevo y lo apretaba y lo besaba y me parecían tan cortísimos los últimos segundos para decirle cuánto lo quería y cuánto internamente deseaba eximirlo de tan amargo trago... y es que aparte el no quería separarse de mi, y en respuesta a las personas que lo instaban a que los acompañara a rezar al cuarto aparte, el sólo decía, "no, no, no, yo aquí me quedo," y se agachaba y se apretujaba en un rincón de nuestra sala diciendo que ahí él podía aguantar y rezar y esperar y maldita sea, esperar la muerte junto con los otros. Increíble, según mi sueño a mi adorado hijo le quedaba más que claro no sólo que nos ibamos a morir, sino que nada había que pudiera hacerse para remediarlo. Viene entonces lo que no podía ser otra cosa que la cuenta regresiva, un segundo tras otro, en justa afinación para el momento último, sabiendo con certeza que iba a ser sumamente doloroso aunque al mismo tiempo, confortado por la idea igual que sólo sería por si acaso uno o dos segundos. Y luego mis pensamientos finales, que una vez apartada la mirada de mi hijo, se enfocaron en la Luna llena asomándose en un cielo semi vespertino, y cómo la misma se perdía repentinamente cuando todos eramos jalados hacía abajo con violencia, aniquilados en medio de los estertores en las entrañas y luego en la nada serena y absoluta de un planeta extra inconspicuo, que inexorablemente había alcanzado su destino cósmico...