miércoles, 5 de marzo de 2008

Auto de fe en Sevilla

Sevilla, siglo XVI.
Quema de 100 herejes en la plaza central.


El magnifico "auto de fe" era presidido por el cardenal de la iglesia, el gran inquisidor, en presencia del rey, los caballeros, y las damas de la corte. Toda la chusma del pueblo estaba también ahí y atizaban con gusto morboso el fuego donde ardían los herejes. Al siguiente día, antes de que prosiguiera el gran evento, Jesús regresó a Sevilla. Llegó calmadamente, sin ser observado, y curiosamente aun, todos lo reconocieron... Sin poder resistirlo la gente se arrastraba hacia él, lo rodeaban, como rebaño seguían sus pasos. El se mueve entre ellos con una dócil sonrisa de compasión infinita....La muchedumbre gime y besa el suelo bajo sus pies. Los niños arrojan flores ante él, cantan y gritan "¡Hosannah, ¡es él! ¡es él!"

Saliendo de la catedral, el gran inquisidor, un hombre alto y ergido de noventa años y ojos directos en los cuales arde un fuego siniestro, observa todo. Después de mirar por unos momentos, hace una seña a los guardias del palacio para que arresten a Jesús y que lo arrojen a la cárcel. Esa noche bajo el manto de la oscuridad, el inquisidor acude a la mazmorra y se dirije a su callado prisionero:

¿"Eres tú? ¿Tú?... ¿Por qué has venido a atormentarnos"?

"Mañana te he de condenar y te quemaré como el peor de los herejes. Y la misma gente que hoy ha besado tus pies a la menor señal mia ha de atizar el fuego a tus pies".
La raiz de su acusación se basa en el hecho que Jesús le enseñó a la gente a ser libres, les prometió ser libres, esperaba que fuesen libres. "¿Acaso no dijiste con frecuencia, 'yo los liberaré"?... "Si, y lo hemos pagado muy caro". El viejo prosiguió. "Durante 15 siglos hemos estado luchando con tu libertad, pero ahora está terminada y desechada para siempre... Dejame decirte que ahora, hoy, la gente está más persuadida que nunca que posee libertad perfecta, y aun asi ellos nos han traido ésta libertad y la han depositado humildemente a nuestros pies... Tú les diste una promesa de libertad que en su simpleza y en su natural carencia de razón ni siquiera pueden entender, la cual ellos temen sin remedio, Porque nada ha sido mas insoportable para el hombre y para la sociedad que la libertad"...

El error más grande de Jesús, argumenta el viejo inquisidor, fue negarse a aceptar el poder mágico de Satanas. "Convierte éstas piedras en pan y el mundo entero te seguirá en verdad como un rebaño, agradecidos y obedientes, aunque para siempre temblando, no vaya a ser que retires tu mano y les nieges tu pan...¡Oh! ¡nunca, nunca podrían ellos alimentarse sin nosotros! Ninguna ciencia jamás les dará pan mientras permanezcan libres, al final de todo ellos clamarán 'haznos tus esclavos, pero danos de comer'!... De cierto te digo que el hombre es atormentado por no ansiedad más grande que el encontrar a alguien rapidamente a quien entregar el don de la libertad con que la desdichada criatura viene a éste mundo".

Aunque el gran inquisidor argumenta que los seres humanos eligirán el pan y la seguridad que éste representa en lugar de la libertad, él no es un simple materialista cualquiera. El está consciente que la iglesia, para poder arrebatarle la libertad al hombre, debe de hacerse cargo de la conciencia humana, apacirla, y liberar a hombres y mujeres del yugo del conocimiento del bien y el mal, porque la elección moral, o la libertad de conciencia, es la más seductiva de todas. Los seres humanos deben de tener alguna concepción estable del significado o propósito de la vida o sin remedio cometerán suicidio. En verdad, los seres humanos necesitan tres cosas, mismas que la iglesia proporciona:

Misterios, milagros y autoridad. Ellos alivian a la gente no sólo del hambre física sino de los conflictos de conciencia. A la gente se le dirá en que creer: La iglesia les informará cuando pueden tener sexo con concubinas o esposas y cuando no, la iglesia tendrá poder absoluto para "planear la felicidad universal de la humanidad", cada pecado será perdonado si así lo permite la iglesia. Si la gente es obediente -la obediencia ahora elevada al rango de la más grande virtud- se les permitirá tener sus propios hijos. Todos, todos los millones de ellos, serán felices. Todos esto es, excepto aquellos que orquestan éste gran programa. "Sólo nosotros, los cien mil que gobernamos sobre ellos seremos infelices", dice el gran inquisidor, sólo aquellos "que cuidan el misterio", sólo aquellos que se han impuesto a si mismos la "maldición del conocimiento del bien y del mal".

Finalmente el gran inquisidor mira fijamente a Jesús a los ojos y lo reta:

"Juzganos si puedes y si te atreves", continuó el gran inquisidor, "yo también valoraba esa libertad con que has bendecido a los hombres... Pero desperté... Y me uní a las filas de aquellos que han corregido tu obra... Te he de quemar por venir a atormentarnos. Porque si alguien alguna vez ha merecido nuestras hogueras eres tú. Mañana arderás en ella". El gran inquisidor confiesa, simbolicamente, que sabe que la paradoja de la libertad es de sobra real. Ellos, los oficiales de la iglesia, deben enfrentar la paradoja, aunque logren proteger a la humanidad de ella. Implicitamente admite que ésta está presente en todo aquel que busca realizarse a si mismo. Pero la iglesia protegerá a la humanidad entera de ésta auto-realización, de soportar las crisis de libertad que deben de ocurrir en el crecimiento de todos. Mantendrán a la humanidad como niños que jamás probarán el fracaso, los retos, la aspiración, la rebeldía, y la dicha de vivir que viene del sentir de la dignidad humana...

Traducción y adaptación de Dostoevsky's The Brothers Karamazov.

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